Hay algo poético en caminar bajo la lluvia mientras anochece, te hace meditar en la propia existencia.
El contraste entre el verde de los árboles nutriéndose del agua y las hojas secas en el suelo recuerda a la vida.
El agua es como los momentos, las personas, los recuerdos, las vivencias, todas te nutren, te hacen crecer, hacen que te conviertas en alguien con raíces fuertes o te ahogues resultado de la tormenta.
Hay que dejarse mecer por el viento, soltar lo que ya no te permite crecer así como los árboles dejan caer sus hojas.
Olor a tierra mojada, que te recuerda que la tormenta siempre pasa, así como lo que te duele o preocupa también es pasajero.
Cuando te vuelves uno con la brisa y el agua que cae puedes sentir como se lava tu corazón y lo que estuviste rumiando a lo largo del día deja de ocupar espacio en tu cabeza.
Clima húmedo que hace te sientes en paz, más tranquilo; respiras hondo y sigues caminando sintiéndote un poco más ligero.
Sí, la vida, la lluvia puede ser poesía si te detienes a observar, sentir y luego pensar.
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